Cuando iba al colegio nos quedábamos a comer en el comedor, excepto unos días en junio que sólo había colegio por la mañana y comíamos en casa.
El sol entraba por las ventanas y se reflejaba por todas partes con un dorado encantador.
Recuerdo esa sensación, en la cocina de madera reluciente por la luz.
Desde entonces siempre me han fascinado los rayos de sol colándose por todas partes a través de las ventanas, de las rendijas... el reflejo.
El otro día mejor que nunca volvieron esos recuerdos... qué sensación más agradable es recordar ciertas épocas.
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