viernes, 9 de abril de 2010

Tan fuerte, tan cerca.

¿Qué me decís de tratar el agua que sale de la ducha con un producto químico que respondiera a una combinación de factores, como el latido del corazón, y la temperatura corporal, y las olas cerebrales, para que la piel cambiara de color según el estado de ánimo? Si estuvieras extremadamente nervioso, la piel se te volvería verde, y si estuvieras enfadado, roja, obviamente, y si te sentías hecho mierda te volverías marrón, y si estabas triste, azul.
Todo el mundo podría saber cómo se sentía todo el mundo, y podríamos cuidar más de los demás, porque no se te ocurriría decirle a alguien cuya piel estuviera de color púrpura que estás enfadado con él o con ella porque ha llegado tarde, de la misma forma que, si veías a alguien rosa, le darías una palmadita en la espalda y le dirías: "¡Felicidades!".
Otra de las razones por las que este sería un buen invento es que hay muchas veces en que sabes que estás sintiendo algo intensamente pero no sabes qué es eso algo, ¿Es frustración? ¿O pánico puro y duro? Y esa confusión te altera el humor, se convierte en tu humor, y te conviertes en una persona confundida y gris. Pero con ese agua especial bastaría con verte las manos de color naranja para pensar: ¡Estoy contento! ¡Lo que estoy es contento! ¡Vaya alivio!


Tan fuerte, tan cerca.
Jonathan Safran Foer.

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